Ahora no lo sé con certeza, pero juraría que, aunque de forma mas solapada que antes, la gente sigue haciendo promesas; se promete hacer algún sacrificio si se cura o se pone bueno alguien o si sale bien un negocio, un examen o cualquier cosa que nos preocupe.
Creo que la religión está muy unida a la discapacidad; te enseñan a aceptar todo lo que Dios te mande, con resignación: Sinceramente no se si lo hacen asi por tu bien o para que estes calladito en casa y no protestes o exijas tus derechos.
Cuantos padres no viven amargados pensando que lo que les ha ocurrido a sus hijos es por su culpa, es un castigo divino, se sienten culpables.
Las promesas son como contratos o chantajes, si tu haces esto, yo hago lo otro, lo malo es que algunas veces, se incluye a alguien en tu promesa sin consultárselo previamente.
Tengo una amiga que pasó una vergüenza horrible porque alguien prometió que si salía bien de una operación, irían, la que hizo la promesa y mi amiga, detrás del santo en una procesión y le tocó salir...
Recuerdo a mi madre que vestía siempre de negro,con un cinturón finito con un extremo que le llegaba hasta el borde de la falda (luego me dijeron que era el hábito de Santa Rita, patrona de los imposibles); pasado el tiempo y tras varios ruegos de mis hermanas y mi padre, accedió a ir a hablar con un sacerdote para que le cambiara la promesa por la de oír misa todos los domingos. Hubo una temporada que vivíamos en el campo y cuando nadie la podía traer a Elche a oír la misa, la veía en la tele y cumplió su promesa hasta el final de su vida.
Una vecina, prometió subirme en brazos hasta la cueva de un santo encima de una sierra, creo que era San Pascual en Orito, de lo que no habló era de la bajada, y mi pobre padre lo pasó fatal temiendo caer por aquella cuesta conmigo en brazos.
Otra costumbre que recuerdo que había era el día del milagro, no recuerdo la fecha, pero seguro que era julio o agosto, época que estábamos en las barracas de Santa Pola, la forma de veranear que teníamos los pobres y la cosa consistía en hacer un hoyo en la arena y allí me enterraban hasta la cintura, esperando el milagro de que al desenterrarme, mis piernas respondieran y pudiera andar. Evidentemente nunca se dio el milagro, pero era un día especial porque yo era la protagonista, todos mis amigos me rodeaban para jugar y hasta me atrevería a decir que algunos hasta me tenían un poco de envidia.