martes, 8 de octubre de 2013

la polio y la infancia


Los inicios de la enfermedad se dieron en edades muy tempranas y el itinerario terapéutico se empieza en el médico de cabecera, siguiendo las terapias físicas como la rehabilitación en la playa y en la piscina, los  tratamientos quirúrgicos y las inmovilizaciones con escayolas, conllevando todo ello periodos de hospitalización largos que han  dejado una huella indeleble en la vida.

Los afectados experimentaron una autoexclusión social desde muy niños y se convirtieron en enfermos dependientes, distintos en todo caso de los niños normales. Este veto social tácito no solo abarca el ejercicio de cualquier actividad, sino la mera expresión de sentimientos. El daño psicológico que produjo la enfermedad es casi equiparable al físico, el ver que no puedes hacer lo que hacen tus compañeros es muy duro.

Todo ello se vivía con resignación, al que se unía el dolor físico y el rechazo social y, en los padres, la incertidumbre debido a que la polio era considerada una enfermedad fuera de control, lo que causaba un gran temor.

Las emociones, sentimientos, estados de ánimo, el aislamiento, la separación familiar y la pérdida de calidad de vida, son aspectos que no se abordaron. Los padres solían adoptar una postura de sobreprotección que, a la larga, era perjudicial para el desarrollo y autonomía del niño y según iba creciendo, acababa siendo categorizado como miembro de un grupo minoritario con consecuencia de discriminación, constituyendo una fuente de conflictos emocionales.

Otra causa de los problemas psicológicos fue el modelo médico de la discapacidad porque no se alcanzaban las expectativas médicas, como el andar sin muletas.

Las alteraciones emocionales del enfermo y sus familiares complicaban la convalecencia, por lo que el tratamiento de la fase crónica de la polio, debía ser individualizada.
Morton, en 1951, realizó una síntesis de los distintos estudios dedicados a los aspectos psicológicos de los poliomielíticos, cuyos principales hallazgos era la presencia, en casi todos los enfermos, del miedo y de la depresión.

La ansiedad y el sentimiento de culpa de la mayoría de los padres influían en el ajuste emocional del niño y hacía que el estado de su salud le llevara a pensar que perdería el cariño y la aceptación de su familia.

Un factor importante es la edad en la que aparece la enfermedad, a mayor edad, menor capacidad de adaptación psíquica, ya que se pretende volver a la vida anterior.

Los niños más pequeños, alejados de la seguridad emocional de sus padres, se encontraban en un entorno hospitalario hostil, por otro lado, la falta de disciplina escolar y de cualquier actividad, hacían que el niño, recluido en su ámbito familiar, tuviera una visión deformada del mundo.

 Los cambios de la conducta del niño guardaban una clara relación con su entorno familiar y social. Si encontraba rechazo, se volvía reservado y, si había una sobre protección, se hacía dependiente. Algunos padres intentaron que sus hijos fueran un ejemplo de superación y el niño se frustraba al no conseguir los objetivos marcados por los médicos y las familias pesimistas, reducían su vitalidad.

Los test de la figura humana como modo de estudiar la forma en que los niños expresaban sus limitaciones físicas en los dibujos, muestran como dibujan sus extremidades deformadas; en el caso de los pies, eran pequeños y puntiagudos y las figuras asimétrica.

Los adolescentes constituían el grupo con mayores problemas de ajustes emocionales ya que perdían la relación con el grupo y, por tanto, su aceptación. Los adultos se verían más afectados por la preocupación de cómo sería su vida tras la enfermedad y si podrían mantener el rol que desempeñaban antes de ella.
Otras reacciones psíquicas importantes en los pacientes eran la ansiedad y la regresión a etapas infantiles.

El poliomielítico se enfrentaba a una alteración de su esquema corporal y su reacción no dependía tanto de su gravedad de las lesiones, como de la personalidad anterior del enfermo y su entorno familiar.

Podríamos resumir diciendo que los cambios psicopatológicos producidos por la polio son diversos: ansiedad, irritabilidad, miedo, agresividad, sentimiento de inferioridad, frustración, depresión; siendo uno de los aspectos positivos que la inteligencia se mantenía intacta, incluso que los poliomielíticos poseían niveles de inteligencia más altos que la media de la población.

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